Admitámoslo, todos nos comparamos con otros, con la casa en la que viven, con el trabajo tienen, con sus relaciones personales y con sus cuerpos. Aunque no sea algo bonito de hablar y no nos guste admitirlo es así, y no es algo nuevo. En 1954 el psicólogo social Leon Festinger propuso La teoría de la comparación social. En esta teoría se establece que las personas evaluamos nuestras propias opiniones y capacidades al compararlas con otras personas, y a su vez nos señala cómo afecta esto al autoconcepto de uno mismo. Festinger además habló de una necesidad de autoevaluación, refiriéndose a la que constantemente el ser humano necesita analizar sus opiniones, capacidades y habilidades.
Por ejemplo, si has decidido apuntarte a clases de inglés, es normal que compares tus avances con el resto de compañeros con los que has iniciado las clases. Además acabarás haciéndolo con el que más avance haya conseguido. Esto puede ser positivo si sirve como una manera de mejorar, o negativo, si acaba afectando a la autoestima y al autoconcepto de uno mismo.
Repercusiones con la llegada de las Redes Sociales
Trayendo esta teoría a nuestro siglo, nos daremos cuenta de la cantidad de veces que nos comparamos en nuestro día a día y lo peligroso de ello cuando vivimos en una sociedad del «postureo». Todo el mundo tiene una vida fantástica que no tiene reparos a enseñar en redes sociales: viajes estupendos, casas de ensueño, comida que parece irreal, y ropa y maquillaje digna de la fashion week incluso para ir al súper.
No, esto no es la realidad, pero lo parece, y ahí vienen los problemas. Cuándo más se nos expone a este tipo de contenido más lo normalizamos y menos «raro» nos parece. Y cuándo llega el momento de las comparaciones no podemos estar a la altura: no, no siempre te vistes y te maquillas como si fueses a salir en una revista, de hecho, tu outfit habitual es un chándal (y eso está bien porque valoras tu comodidad), y no, tu casa no siempre puede estar tan ordenada y limpia como las que ves en Instagram (porque en ella viven personas que la están disfrutando). Por no hablar de la comparativa de cuerpos…eso daría para un artículo entero sobre los problemas asociados y el aumento de trastornos de la conducta alimentaria que se están viendo.
Así que volvamos a lo que nos importa y a las posibles soluciones a este problema.
¿Qué hacer? ¿Cómo dejo de compararme?
Lo primero es aceptar que la comparativa, como nos explicó Leon Festinger es un proceso normal, y no tiene porque ser malo. Partiendo de esto, hay algunas cosas que se pueden hacer para no hacerlo en exceso o al menos hacerlo con objetividad:
- ¿Cuándo te comparas, en qué momentos o situaciones? ¿Con quién? y ¿Cómo te hace sentir? –> Estas tres preguntas son las que deberías hacerte. Puede ser que al hacer esta reflexión observes que tiendes a compararte con personas en una situación social o económica mejor que la tuya, y que esto a su vez te está afectando psicológicamente en la medida en que sientes que eres «menos» que los demás. Si detectas que esto está afectando a tu autoestima, a tus relaciones o a tu salud mental quizá deberías buscar ayuda.
- Potencia la Objetividad –> Cuando identifiques esas situaciones o momentos, cuestiónate, analiza bien tu situación y la de los otros, nuestra historia de vida, capacidades y situaciones son muy diferentes, una comparativa de este tipo solo traerá malestar, y no son justas (si tengo una lesión en la rodilla que no me permite correr no puedo compárame con Usain Bolt). Y si aún así, vas a hacerlo, compárate también con los que están en una situación peor. De esta manera ganarás objetividad (si bien, no puedes correr, has sido capaz de recuperarte de esa lesión y eres capaz de andar).
- Acepta y valora todo lo que tienes y has conseguido –> La compasión con uno mismo hay que trabajarla, analiza tus logros y no solo tus carencias. Seguro que encontraras un sin fin de avances que has conseguido en tu vida. Si te cuesta recordarlo o tiendes a olvidarlo, escríbelo en un papel, y léelo siempre que lo necesites.
- Cuestiona las redes sociales –> Aprende a ver con otros ojos lo que ves en facebook o instagram. Los seres humanos tendemos a mostrar y hablar más fácilmente de lo «bueno» que de lo «malo», pero esto no significa que no existan estos dos polos en todos nosotros. Todos tenemos nuestras virtudes y nuestros defectos, recuerda que aunque no se muestre en redes esa parte también existe.
Si has detectado un comportamiento en ti que te esta afectando, puedes cambiarlo y mejorar. No tienes porqué sentirte mal. Los profesionales de la psicología estamos para ayudarte. Si lo necesitas puedes pedir cita online a través del contacto que aparece en esta web.
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